Si por algo sobresale el folclor irlandés es por tener bastante bien marcados los matices del bien o del mal en cada uno de los personajes que dan forma a su mitologia, la cual si bien es ciertamente interesante y atractiva, se establece como una de las menos conocidas debido a que los celtas mostraron gran desconfianza hacia la escritura. Es así como al darle una contundente preferencia a la oralidad, dificultaron bastante el tener acceso en épocas actuales a mayores y más precisos datos sobre su cultura y creencias.
Hablaremos entonces sobre las criaturas monstruosas de la mitología celta, seres sobrenaturales inclinados hacia la oscuridad, de ahí que puedan ser interpretados como demonios dedicados a sembrar terror entre todos aquellos que tenían noticia de su existencia.
Los monstruos de las mitología celta
Las distintas regiones célticas se encargaron de suministrar la existencia de seres demoníacos a las memorias de sus pueblos, de ahí que la mitología celta disponga de un copioso listado de historias en los que intervienen estas entidades representando a toda potencia las fuerzas del mal.
- Dullahan: cargando su propia cabeza bajo el brazo y con los ojos en llamas, este caballero negro asume la labor de ser nada más y nada menos que el mensajero de la muerte. De acuerdo a los relatos, gusta de vagar en la noche en busca de personas que se crucen en su camino para condenarlas a muerte.
- Balor: para los celtas, se trata del dios de la muerte que busca alimentarse de seres humanos. Además de una pierna enorme, se distingue por disponer de un solo ojo.
- Carman: es una hechicera destructiva que se establece como la diosa de la magia negra, la deidad tiene tres hijos que le ayudan con su maldad: Dub (oscuridad), Dain (violencia) y Dother (mal).
- Caorthannach: esta fuerza demoníaca es considerada la madre del diablo y entre sus poderes está el escupir fuego, de acuerdo a la historia, San Patricio luchó cara a cara con ella buscando expulsarla de Irlanda.
- Dearg-Due: se trata de una mujer vampiro que se encarga de seducir a los hombres para posteriormente succionar su sangre. Suele salir de su escondite cada año con la intención de alimentarse, por lo tanto en muchos mitos se asegura que solo es cuestión de dejar una pesada pila de piedras sobre su tumba para impedir que pueda hacer sus fechorías en contra de los hombres.